Racionamiento: ¿De quién es la culpa? Por: Carlos Alberto Baena López

Durante los últimos días, ha surgido, una vez más, la amenaza del racionamiento y el apagón para toda Colombia. De corta duración fueron las expectativas creadas cuando las lluvias mejoraron aparentemente la situación. Muchos de nosotros recordamos como la etapa más oscura, los años de 1992 y 1993, cuando se modificaron muchas cosas por causa del déficit de energía. Desde esa época, se tomaron medidas de diversa índole, lo que permitió sortear con cierta eficiencia, los fenómenos que vinieron después finalizando el siglo, y en la década del 2000. Sin embargo, no han sido suficientes para conservar la solidez energética del País, que se cuenta, irónicamente entre las mejores del mundo. Ahora no nos es posible ahondar aquí con el detalle juicioso que merece este asunto trascendental, sin embargo otros, como La Silla Vacía, ya han publicado investigaciones valiosas y en un lenguaje sencillo, donde muestran casi todo lo que hay que decir, para comprender los porqués de esta situación. No obstante, en punto central de lo que queremos añadir al debate es que éste no es culpa de nosotros los colombianos. Creemos que no es el mejor mensaje, sostener que por la falta de cumplimiento en las metas de ahorro que ha trazado el gobierno, el pueblo “no está comprometido”, y la consecuencia serán los cortes de energía. Por el contrario, cada uno de nosotros ha cofinanciado la sostenibilidad de la prestación del servicio de energía, pagando un dinero adicional conocido como “cargo de confiabilidad”. Se trata de casi 20 billones de pesos que los ahorramos entre todos, para evitar que llegáramos de nuevo a estos límites. No obstante, aún no aparecen explicaciones claras sobre qué pasó con ese dinero, ni cómo haya sido invertido. Tiempo habrá, seguramente, para que se precisen las responsabilidades, no sólo políticas, sino todo orden, por causa de este mal momento. Con todo, tal vez la lección más evidente es que nuestro modelo, supuestamente fuerte, no era infalible, y la mejor respuesta es continuar robusteciéndolo. Al respecto, una luz entre las varias posibles, que pueden aclarar el camino a futuro: En departamentos  como el Huila o la Guajira, dada su meteorología, deberían existir grandes campos de producción de energía que aprovechan la fuerza del viento. Sin embargo, ¿cómo podría hacerse, si irónicamente en estos mismos lugares, los niños aún padecen por la desprotección estatal? Columna en el Diario impreso: diariomira0322pag18

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